La ausencia de un ser amado, de alguien que toca lo más íntimo de nuestra alma, es un silencio que nuestra sociedad se empeña en esconder. Un vacío casi innombrable, un dolor secreto que se vuelve aun más insoportable cuando se trata de aquello que nunca llegó a nacer, de una vida apenas intuida y ya perdida.

Es un duelo que no se encuentra en palabras, un eco que se guarda en la piel y en la memoria. Cuesta expresarlo y más aun soltarlo. Y, sin embargo, en ese tránsito inevitable, todos lo llevamos dentro. Aún así todo se transforma. Quizás en seres de luz ,en una presencia invisible , en memoria. Aunque ausente, permanece a nuestro lado para siempre.